
Esto es un relato ficticio. Por si las dudas.
El final depende de la mente curiosa de cada quién.
Una vez más no pude dormir. Como siempre me desperté como a eso de las tres de la mañana ofuscado por mis recuerdos. Por alguna razón que desconozco, a mi subconsciente le encanta torturarme con imágenes que a toda costa deseo olvidar. ¿Qué puedo hacer para remediar esto? En realidad no lo sé, pues lamentablemente el hombre, quién dice tener conciencia del control que posee sobre si, no puede controlar el lado subconsciente; ese lado que forma parte integra de nosotros. Llegar poder controlarla sería una verdadera ventaja, supongo. Esa noche, como me ha pasado ya tantas otras veces, soñé con una monstruosidad. Pero no se engañen, no era un ser ficticio creado por mi, a veces retorcida mente; este ser tan horripilante realmente existe. Lo peor de todo es que formó parte de mi educación. Sí exactamente, ese maquiavélico ser es, y ojalá pudiese decir era, una maldita que hacía las veces de profesora. Bueno, en realidad si era profesora, pero muy mala.
Aburrido por esto y con el deseo de no pensar más sobre el asunto, decidí dar un paseo por la ciudad, ya saben, para despejar la mente. Mientras recorría aleatoriamente las frías calles de la ciudad, choque casualmente a una mujer. Le pedí disculpas por haber tirado sus cosas, y lo mismo hizo ella. Al mirarla más detenidamente me percate que aquel rostro me era particularmente familiar. Seguramente ella no me reconoció, ya que me "educó" en mi infancia, pero por otro lado yo la reconocí de inmediato. Esto me hizo tomar una determinación que cambiaría para siempre mi forma de ver y sentir la vida; después de todo una ocasión así no se podía desaprobechar. Entonces lo que hice fue...